Han tenido que pasar, exactamente, 5 años para reconciliarme contigo, pero sobre todo, conmigo misma.
El último día que te abrazé -en realidad no estaba segura de que sería el último- no imaginé todo el carrusel de sentimientos que calarían dentro de mí.
La sensación de que me rompían un brazo. La nostalgia que me perforaba por dentro. Los días de lluvía y de arrepentimiento momentáneo.
Cuando dos personas deciden tomar caminos distintos, todo el mundo se pregunta lo mismo, qué ha pasado e, inmediatamente, quién ha sido. La gente no se da cuenta de que el duelo, cuando se ha querido mucho y durante tanto tiempo, es proporcionalmente compartido. Siempre se pierde. Siempre pierden los dos.
El modo de besar cuando se llega a casa por la tarde. Los detalles inesperados. Los primeros recuerdos. El olor de su sudadera. Los paseos en moto. Los primeros momentos de ardor. Los veranos cerca de la playa. Las siestas despeinados y con todo el futuro en nuestros sueños.
Y aunque llegué alguien nuevo, alguien que te haga querer diferente pero con la misma intensidad, hay detalles, hay recuerdos que no se borran.
Por eso, para mí es tan importante querer bien y querer siempre. Dentro de la relación, cuando hay tormenta o cuando dos personas se pierden. Porque lo que has sentido y compartido se queda dentro de los dos. Para siempre. Y eso es algo que nadie ni nada os podrá quitar.
Siempre querré bien a los hombres de mi vida. Desde el silencio. Desde la distancia. Con la sabiduría del tiempo y de los errores cometidos.
Y si tú decides saludarme. Si tú eliges un qué tal. Yo siempre tendré una enorme sonrisa para ti. Y tendrás que irte, con cualquier excusa, porque yo puedo estar cafés enteros explicándote como me va la vida, pero sobre todo, curioseando la tuya. Porque has importado. Importas. Importarás.
El último día que te abrazé -en realidad no estaba segura de que sería el último- no imaginé todo el carrusel de sentimientos que calarían dentro de mí.
La sensación de que me rompían un brazo. La nostalgia que me perforaba por dentro. Los días de lluvía y de arrepentimiento momentáneo.
Cuando dos personas deciden tomar caminos distintos, todo el mundo se pregunta lo mismo, qué ha pasado e, inmediatamente, quién ha sido. La gente no se da cuenta de que el duelo, cuando se ha querido mucho y durante tanto tiempo, es proporcionalmente compartido. Siempre se pierde. Siempre pierden los dos.
El modo de besar cuando se llega a casa por la tarde. Los detalles inesperados. Los primeros recuerdos. El olor de su sudadera. Los paseos en moto. Los primeros momentos de ardor. Los veranos cerca de la playa. Las siestas despeinados y con todo el futuro en nuestros sueños.
Y aunque llegué alguien nuevo, alguien que te haga querer diferente pero con la misma intensidad, hay detalles, hay recuerdos que no se borran.
Por eso, para mí es tan importante querer bien y querer siempre. Dentro de la relación, cuando hay tormenta o cuando dos personas se pierden. Porque lo que has sentido y compartido se queda dentro de los dos. Para siempre. Y eso es algo que nadie ni nada os podrá quitar.
Siempre querré bien a los hombres de mi vida. Desde el silencio. Desde la distancia. Con la sabiduría del tiempo y de los errores cometidos.
Y si tú decides saludarme. Si tú eliges un qué tal. Yo siempre tendré una enorme sonrisa para ti. Y tendrás que irte, con cualquier excusa, porque yo puedo estar cafés enteros explicándote como me va la vida, pero sobre todo, curioseando la tuya. Porque has importado. Importas. Importarás.
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