La magia de este año. Casi todo el mundo coincidiría que esta frase encierra grandes cantidades de ironía. Pero no es así. Es de verdad, sin doble sentido. Ha sido un año profundo, casi necesario, como si la naturaleza intentará mandarnos un mensaje.ç para realmente dar importancia a lo que verdaderamente la tiene. Y esta reflexión surgía dando una vuelta por el bosque con una amiga que conozco de hace poco en cuestión solo de tiempo. Y a esto me refiero. Los largos paseos. Las montañas llenas de gente jugando a cartas y tomando el sol, como si de un flashback a los companentos de tu niñez se tratara. Las amistades que han nacido por culpa y gracias al confinamiento perimetral y con la que has brindado últimamente. Los cafés para llevar en el banco del parque al lado de tu casa, que no está nada mal, por cierto. Las llamadas con tus seres queridos cargadas de te echo de menos. Las sonrisas en las miradas de tus vecinos al ver, por fin, alguien por la calle. Las buenas películas y un buen vino. Escuchar música en bucle y terminar por fin esa novela. Las bañeras con sales que te regalaron un día lejano y tenías escondidas en un cajón. Los encuentron con tu nueva familia en casa, que por fin has tenido tiempo de decorar un poco. Poner el freno de mano, ir más despacio, saborear que hoy estás y que lo único que te mueve es dar y recibir amor. A los demás. Sin olvidarte de ti misma.
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