Era un día de abril, cuando las margaridas te van vigilando mientras corres y sientes los primeros rayos inocentes que te acarícian.
Quien te iba a decir que con algo tan poderoso dentro de ti, te sentirías tan invencible. Sientes como te bombea el corazón. Percibes más sangre dentro de ti y esto te hace tener un ritmo constante y la dopamina fluye sin cesar. Eso también se llama felicidad.
Y de repente, en tu iphone, suena la canción de Rigoberta Bandini. No sabes si tus hormonas te estan jugando una mala pasada, pero tus ojos empiezan a brillar. Y dos ríos empiezan a resbalar por tus mejillas, rosadas por el sol. Te sientes boba, pero al mismo tiempo ese sentimiento te ensancha el alma.
Y como si de un carrete en blanco y negro se tratará, empiezan a desfilar todos los momentos en que tú, mamá, has sido mi pilar.
Las noches de desfase que acababan haciendo añicos mi fortaleza, y tú, venías a buscarme a la hora que fuese y me preparabas una taza de leche que todo lo cura.
Cuando no me podía ni duchar y tú me sostenías en pie y me limpiabas cada rincón de mi cuerpo, con esa delicadeza y paciencia que solo puede desprender una madre.
Cuando se me rompió el corazón -y se sentía como una pierna- y tú me abriste los brazos y me preparaste la habitación que me acojería después de esa batalla perdida. Y me recogías el pelo para que no se me mojara con tanta agua salada que salía de mis ojos y que nadie podia parar.
Ahora eres tú a la que siento más cerca de mi. Ahora que yo me sentiré más tú. Te entiendo más que nunca y te necesito de forma proporcional. Porque solo entre nosotras nos podemos entender como dos piezas de un mismo puzle.
Y ese sentimiento que me alberga durante minutos, me calienta todo el cuerpo por dentro, me reconforta y es no se puede traducir en palabras. Me va a explotar el corazón. Soy muy consciente que no todo el mundo es tan afortunada como yo. Y que esto no se puede trabajar ni te puedes esforzar, es una conexión que se da, o no. Y ahí reside nuestra magia.
Comentarios
Publicar un comentario