Otra

 


De repente, ya no sientes tu esencia, no te sientes tú misma. Todo ocurre muy lejos de ti. La vida pasa pero se te escapan todos los detalles. Todos tus sentidos estan centrados en esa personita que tú has creado bajo tu piel. Intentas recordar como te sentías entonces, pero es una tarea imposible, como cuando intentas retener la cara de tu abuela después de diez años de su funeral o cuando intentas recordarte con esa pareja que decidiste alejar de tu vida. Sus caras estan desenfocadas y apenas puedes reconstruirlas, aunque lo intentas una y otra vez. 

Tu cuerpo, ya tampoco es el tuyo. Tus pies pequeñitos han cambiado de talla y tu ombligo, redondito y regular, es irreconocible. Tu piel se ha ensanchado y parece que talla más de lo que debería. Tus caderas, más bien chiquititas, han dado paso a la vida.

Y te sientes agradecida por haber sido capaz de tanto, de crear una de las personas más importantes de tu historia. La amiga que siempre deseaste.

Y, por partes iguales, sientes una melancolía que agujera tu cuerpo, ahondando en las profundidades. Quieres coger aire, sentir paz, pero no puedes. 

Piensas en todas esas madres que han empezado a serlo antes de concebir, todas esas que lo desean tanto y no llega. A veces detectas su mirada entre la gente y sabes que lo darían todo por estar en tu sitio. En ese momento te sientes pequeñita y cobarde por caer en nimiedades.

Enseguida, esto te lleva a pensar en todas las sensaciones y sentimientos que tu cuerpo y tu alma han sentido desde que llegó a tu vida ese diminuto garbanzo. La felicidad que inundo esos días de invierno fríos y interminables.

Y das gracias porque no te has saltado este capítulo de tu vida, que como en todos los libros, hay párrafos de dolor y tristeza y palabras de luz y amor.

Solo te queda aceptar todos los claroscuros de tu nueva vida. Abrazar todos los cambios y sacrificios y también la alegría de su sonrisa que consigue dar un vuelco a tu corazón.



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